En la Rusia post comunista la democracia es un espejismo, la prensa está al servicio de la autoridad, el antiguo KGB sigue al mando del Kremlin, y la corrupción y las mafias están arraigadas en el poder económico y político. Los servicios de inteligencia del Mossad y la CIA tienen evidencias de que se producirá una venta de armas de Rusia a Al-Qaeda que provocaría una oleada de atentados terroristas en occidente de proporciones dantescas. Esta situación crítica motivará la actuación conjunta de las agencias de espionaje del mundo occidental y a la cabeza se situará Gabriel Allon, veterano espía.



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